¡Felices Fiestas!

Aprovecho que me he escapado un ratillo de las tareas que conlleva el que toda la familia venga a cenar a casa para desearos a tod@s una feliz Navidad. Ya sé que hay mucha gente que no disfruta con estas fiestas, pero a mí me encantan. Espero que al menos las paséis en compañía de las personas a las que queréis con salud, y si puede ser con algún regalito, pues mejor que mejor.
Me hubiese gustado escribir algo como regalo para vosotr@s, pero tendréis que esperar unos días, que estoy preparando una cosita.
Mientas, os dejo con un relato navideño de Neil Gaiman, extraído de su libro "Humo y Espejos". Lo dicho, ¡felices fiestas!

Nicholas era...
más viejo que el pecado y su barba no podía ser más blanca. Quería morir.
Los enanos de las cavernas árticas no hablaban su idioma, pero conversaban en su propio gorgojeo, mientras realizaban rituales incomprensibles, cuando no trabajaban en las fábricas.

Una vez al año le obligaban, entre sollozos y protestas, a adentrarse en la Noche Infinita. Durante el viaje, se acercaba a cada niño del mundo y le dejaba un regalo invisible de los enanos junto a su cama. Los niños dormían, inmóviles en el tiempo.

Prometeo, Loki, Sísifo, Judas... Les envidiaba. Tenía el castigo más duro.
Jo.
Jo.
Jo.