Némesis

Me definen como un tipo divertido, pero lo cierto es que no me ha quedado más remedio. Los sobresalientes nunca me ayudaron a hacer amigos en el colegio y fueron mis agudos y mordaces comentarios los que enamoraron a mi esposa, y no los poemas con los que intenté seducirla durante meses.
A mi suegro, poco le importaron los arreglos que le hice en casa: sólo logré ganarme su afecto cuando descubrí su pasión por los chistes verdes y las imitaciones de políticos.
Y en el ámbito laboral, más de lo mismo. Mis jefes ignoraron mi trabajo y mi esfuerzo durante años hasta que, casualmente, escucharon alguno de mis juegos de palabras. A partir de ese momento, mis propuestas fueron escuchadas y aplaudidas por los cargos directivos. Tanto es así que habría ocupado la vicepresidencia de la corporación, si no fuera porque el hijo del presidente decidió abandonar la música para dedicarse al negocio familiar.
Sé que pronto se aburrirá del cargo y designará un sustituto, por lo que he desplegado la artillería pesada. Sin embargo, ni mi carisma ni mis bromas tienen efecto sobre él: es totalmente inmune a mi sentido del humor. Este hecho me ha obligado a cambiar de estrategia y ahora me uno a mis compañeros en las carcajadas que siguen a los chistes del jefe. Me estoy ganando el puesto a pulso: no hay nada más duro que reírse de cosas que no tienen ni puñetera gracia.



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Esta es mi propuesta para el concurso semanal que convoca Anonima Mente. El tema: el humor. Por fin llego a tiempo para participar en la convocatoria...¡yupi!